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Lo primero que sorprende en este poemario es el tono, muy sostenido desde el primero hasta el último verso —algo en sí ya muy difícil—, un tono desconcertante, inusual, que le deja a uno algo perplejo, pues parece estar templado en algo que podríamos llamar disparatada cordura. En una primera lectura, rápida y superficial, puede parecer que estamos ante algo simplemente ingenioso, pero una relectura —o varias relecturas, como siempre pide la buena poesía— nos abre, de un modo a mi parecer muy cuidado, distintas capas de percepción: aparecen de pronto sombras imprevistas, astillas de significado, el eco de otras voces, rumores, una historia subterránea que nunca llega a hacerse evidente. Todo ello es posible gracias a la habilidad con que se modula la voz que habla en estos poemas, una voz extremadamente educada, muy discreta, amable, pero que, al mismo tiempo, no protagoniza, no representa en ningún caso una literatura amable, sino todo lo contrario. Quien habla en este libro es capaz de contar el infierno sin perder la compostura y sin gritar, lo cual siempre es muy de agradecer.

 

Andreu Jaume

 

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La lectura, más que ser la adquisición directa de una historia o de unas anécdotas, se convierte en una aventura, un viaje, a través del lenguaje, por unas palabras de las que se dice “habían perdido su significado”. Y, si éste no está absolutamente perdido, sí que está puesto en jaque.

 

Túa Blesa (suplemento El Cultural, diario El Mundo)

 

 

 

Los poemas de Gato barcino no trabajan contra la historia, sino que se montan sobre la historia, al tiempo que la pliegan, exhibiendo sus hilachas, o bien los cortes de un antiguo esquema de ficción. En ese aspecto, el libro de Eduardo Rezzano parece ser deudor del montaje cinematográfico. En ese reducto de la metonimia que es Gato barcino, se nos cuenta el acontecimiento de percibir en la soledad la membresía de un panóptico, una totalidad desalojada por el tono, que es molecular, porque contiene un mínimo de precisión allí donde otros esparcen sin relación el artificio [...] Los textos de Gato barcino son ese devenir que siempre consiste en involucionar, porque parten de la pirámide invertida del lenguaje, y con eso proporcionan una nueva jerarquía, sólo admisible en una construcción poética tan arriesgada como lógica. Tan socializada por la formación residual de un lenguaje que no pierde fluidez a base de pura economía.

 

Mario Arteca (Sketchbook)

 

 

 

Gato barcino es el diario poético de un año de soledad en Barcelona. De la soledad del extranjero de paso en un pequeño piso, compartido quizá, del Eixample o el Raval. Soledad de transatlántico a este lado del Atlántico; soledad de inmueble sin amueblar, de nevera hueca —estas cosas las pone la imaginación del lector—; soledad de artista solo; soledad de gato urbano [...] El estilo, por lo demás, es inclasificable. Lamento traicionar el objeto primario de una reseña literaria, pero no trataré de describirlo. Me limito a constatar que presenta esa facilidad que delata a los buenos artistas.

 

Gonzalo Salvador (Poesía Digital)

 

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