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​Los poemas de Rezzano, en ese sentido, son como un niño gigante, como los de Johnatan Swift, que cree jugar con un muñeco cuando lo cierto es que se divierte con un hombre de un tamaño diferente, y de pronto el muñeco sangró, se rompió, no se mueve por voluntad propia; entonces el gigante sacude el juguete, que no responderá más, y enseguida rompe en llanto porque entiende que la diversión concluyó. Ese proceso inconsciente es la historia secreta de la desproporción, de la falta de simetría entre el deseo y la proyección de ese deseo [...] Como los juguetes de un creador desquiciado, los materiales con los que se compone no fábulas pertenecen a un funcionamiento sin origen patentado, pero donde puede verse la marca de una mueca en forma de bestiario, o mejor, de no bestiario, que es una manera inteligente de desmentir la fábula. Al no incluir una solución detrás del formato, Rezzano propone la ausencia de toda validez en sus poemas; porque estos textos no intentan convencernos de su propuesta, sino que la redistribuyen [...] Finalmente, Eduardo Rezzano trabaja en este nuevo libro una renovada salida del estilo; es una de las maneras que tiene de ser él mismo, o más bien, de inventarse. Lo suyo no es un desarraigo, ni una vuelta a escenarios reconocibles. Lo de Eduardo Rezzano es una tentativa de crear un espacio temporal frente a un espacio sin tiempo, tal como le gustaba afirmar a Octavio Paz. Y para eso utilizó las armas que suele desplegar cuando escribe: morosidad, plasticidad y ambigüedad. Los dibujos extraordinarios que acompañan los textos no son parte de la obra, es la obra misma. Referirse a ellos es volver a decir las mismas palabras sobre no fábulas. Peca ha construido lo que Rezzano dispersó en un maremágnum de simbolos ambulantes, caracterizaciones antropológicas y miradas transversales sobre la psiquis. Rezzano ha conformado su propia sociología del detalle, y ese es su verdadero patrimonio.

 

Mario Arteca (Sketchbook)

 

 

 

 

Una de las entradas posibles al texto es lo contranatura, aquello que viene a denunciar esta suerte de fábulas negadas —o meras realidades— con el disfraz del relato más “irreal” que acuña cualquier infancia [...] Los poemas de Rezzano hablan también del cuerpo, de los cuerpos que llevan la inscripción de una experiencia [...] Como el trabajador que tiene a su fuerza de trabajo como única moneda —devaluada— de cambio, los animales de no fábulas tienen como lo único y mejor a su cuerpo: aquello que los condena es lo que los salva. Los animales tienen su razón de ser en el texto a partir de lo que el cuerpo representa; y es en él dónde se inscribe la historia.

 

Gabriel Cortiñas (El Interpretador)

 

 

 

 

Y ya desde la portada el libro resulta inquietante y si uno decide recorrerlo sin filtros, con ojos infantes, puede volverse aterrador, toda una pesadilla que viene a refutar todas esas fábulas que de niños oíamos en la boca de nuestros padres antes de dormir. No fábulas inquieta por lo que muestra, por lo que cuenta, por lo que calla y por lo que sugiere. Y se sabe que la sugestión es una arma poderosísima.

 

Flavio Mogetta (diario Diagonales)

 

 

 

 

 

 

 

 

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